Pedro Sánchez convierte al PSOE en una sucursal de sí mismo
A la hora de la verdad, eso de la democracia interna en el PSOE no deja de ser, con Pedro Sánchez, un eufemismo: ni primarias, ni gaitas. El secretario general de los socialistas ha impuesto unas condiciones (que lo pidan 48.000 afiliados o la mayoría del Comité Federal que controla) que hacen absolutamente inviable que tenga rival. De modo que Sánchez se autodesigna candidato por aquello de que «porque yo lo valgo», toda una demostración de que su poder en el PSOE se caracteriza por el cesarismo más recalcitrante. Aquello de dar voz a la militancia era una frase hecha, sin ningún valor, porque sus palabras en 2017 prometiendo «construir el PSOE de la militancia» con la convocatoria de primarias para las grandes decisiones suenan huecas, tanto como la falta de crítica interna.
Lo cierto es que Sánchez ha tomado la decisión de adelantar las elecciones sin el más mínimo debate interno ni reflexión, con el argumento de que «no hay tiempo que perder». Una excusa para hacer de su capa un sayo. Es más: las urnas se adelantan, precisamente, para acallar el creciente malestar en el seno del partido. Toda una demostración de que el socialismo ha sucumbido ante el sanchismo y que las siglas del PSOE ya no son las de Partido Socialista Obrero Español, sino las de Pedro Sánchez OEEEEE. El pasado lunes, sin dejar margen de reacción a prácticamente nadie, adoptó una decisión crítica rodeado de apenas un puñado de asesores. Así es el personaje, que también se reserva la elección de los cabezas de listas en las distintas provincias. Se garantiza así, gane o pierda, un grupo parlamentario completamente a medida, con su objetivo de perpetuarse en la secretaría general del PSOE si no le sale ninguna oportunidad en el exterior. El problema para el socialismo es que su secretario general ha demolido por completo las estructuras de un partido al que Sánchez ha convertido en una sucursal de sí mismo.